
Saludos, lector. Seguro que a algún hijo de vecino le ha ocurrido alguna vez de estar panchamente entretenido en algún quehacer cuando, de improvisto, una criatura tipo exoesqueletil o con alas de quitina irrumpe zumbando.
“¡Arg, bicho!” o algo similar sería lo más común de oír de labios de cualquier persona en esa situación. Hoy no hablaré de lobos de mar, por lo que obviaré el término “arg”, e iré directo a “bicho”. ¿por qué lo llamamos bicho? Porque no sabemos qué es, así que acudimos a un término general, sino por la necesidad de saber qué es, de ponerle un nombre. El miedo a lo desconocido, a lo distinto.
Eso mismo ocurre hoy en día con cualquiera que se salga de los estándares en constante transformación (siempre sujetos a la moda). Aquel tan bien vestido será un pijo, ese greñudo de negro será un heavy y el de los pantalones anchos será un rapero.
La mayoría de ocasiones es cierto que son un pijo, un heavy o un rapero. Son estereotipos casi autodefinidos, es decir, a un heavy “auténtico” no se le ocurriría prácticamente ponerse un polito rosa de la marca del tipo montado a caballo y engominarse el pelo.
Esto hace que las personas más débiles de moral necesiten autodefinirse, por miedo a ser rechazados por todo el mundo, por lo que portan los colores de una u otra facción.
En definitiva, empleamos los adjetivos calificativos de tribus urbanas porque nosotros mismos los necesitamos. Precisamos de la seguridad que nos da encontrarnos en un grupo que nos acoja.
Fdo. Capitán D.
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